En la Casa Rosada ya se resignaron. Saben que no hay chances de frenar la reforma que limita los Decretos de Necesidad y Urgencia, y que el Congreso volverá a darles otro golpe político. Los libertarios, con un Milei cada vez más aislado, se preparan para sumar una derrota más a una lista que crece a ritmo vertiginoso, justo después de la caída más dolorosa: la renuncia forzada de José Luis Espert, su principal candidato en Buenos Aires.
El intento de modificar las reglas del juego para los DNU es hoy la batalla más complicada que enfrenta el oficialismo. Sin mayorías ni aliados firmes, Milei ve cómo se desmorona su principal herramienta de poder. Hasta ahora, si el Congreso no se pronunciaba, los decretos seguían vigentes. Con la nueva norma, el Presidente estaría obligado a conseguir el aval parlamentario o verlos caer automáticamente. Una jugada quirúrgica de la oposición que, con apenas una mayoría simple, podría desactivar cada decisión presidencial.
En Balcarce 50 admiten lo inevitable, pero ya adelantaron que vetarán lo que sea necesario, aunque el costo político sea altísimo. En la práctica, reconocen que sólo serviría para ganar tiempo: mantener los vetos de Milei se volvió una tarea imposible incluso para su propio espacio.
El clima político se enrarece y el Gobierno intenta distraer con actos ruidosos —como el del Movistar Arena— o anuncios de impacto mediático, como el “Centro Nacional Antiterrorista” de Patricia Bullrich. Pero la agenda real está dominada por el escándalo Espert–Fred Machado, que volvió a sacudir los cimientos libertarios.
Machado, señalado por lavado y narcotráfico, no sólo fue habilitado para su extradición a Estados Unidos por la Corte Suprema, sino que además encendió las alarmas al declarar públicamente que financió la campaña de Espert. En cualquier otro momento, habría sido una bomba. Hoy es una más en una semana que promete cerrar con sabor amargo para Milei: sin control en el Congreso, sin candidato en Buenos Aires y con un frente interno que se desangra entre egos, denuncias y derrotas legislativas.
La “casta” que prometió destruir, esta vez, parece haberle dado una lección de supervivencia política al libertario.