El Instituto Nacional de Asuntos Indígenas (INAI) declaró «Sitio sagrado» al Volcán Llullaillaco, en la Cordillera de los Andes en Salta, donde en 1999 fueron hallados los cuerpos congelados de un niño, una niña y una adolescente de más de 500 años que se presume fueron sacrificados por los incas y cuya restitución piden las comunidades originarias.
La resolución del INAI se fundamenta en que «numerosas comunidades y organizaciones indígenas han solicitado la declaración de Sitio Sagrado a los enterratorios ubicados en el Volcán Llullaillaco y la restitución de «La niña del Rayo», «La doncella» y «El niño», exhumados del centro ceremonial con restos humanos más alto del mundo, a 6.730 metros de altura, en la cumbre del Volcán».
Destaca que el centro ceremonial Llullaillaco es «uno de los más importantes del continente, cuenta con un cementerio comunitario a 4.900 metros de altura, con un camino que incluye edificios que van desde la base hasta la cima, constituyéndose en un centro de ofrendas único en el país».
En 1999, fueron hallados a 6.730 metros de altura, los cuerpos de a quienes luego se llamó «Los Niños del Llullaillaco», en perfecto estado de conservación a pesar que datan de más de 500 años.
Se trata de un niño de 7 años, a cuya momia se conoce como «El Niño»; una niña de 6 llamada «La Niña del Rayo» y el cuerpo de una adolescente de 15 años a quien se designó con el nombre de «La Doncella». Junto a ellos se encontraron casi medio centenar de objetos en miniaturas de oro, plata, plumas, textiles y cerámicas.
El antropólogo del INAI, Fernando Pepe, explicó que «desde la Comunidad Aborigen Tolar Grande se solicitó la declaración de sitio sagrado y la restitución de las chulpas sagradas al Llullaillaco. Nosotros acompañamos estos pedidos en el marco de la Ley Nacional de restituciones».
El niño, la niña y la doncella, que habrían sido sacrificados bajo ritual inca, hasta el día de hoy están exhibidas en el famoso MAM, el Museo de Alta Montaña de Salta.
«Su exhibición es una de las heridas abiertas que dejó el genocidio indígena», lamentó Pepe.
El especialista en restituciones consideró que «hay también una marca del patriarcado al llamarlos ´Los niños del Llullaillaco´, cuando en realidad son una mujer adolescente, una niña y un niño. Se concentran nuevamente en un solo caso complejas relaciones de violencias simbólicas y materiales».
«Podemos enumerar la violación de los espacios sagrados, la profanación de las tumbas, la exhibición morbosa de los cuerpos de miembros de un pueblo que sufrió el genocidio colonial y sus ancestros son ahora patrimonio del Estado y la negación de los derechos que amparan a las comunidades, si sumamos la invisibilización de género, lo que no es un dato menor, la cuestión a resolver se hace inaplazable». remarcó.
«El Niño», de cabellos oscuros, fue hallado con sus rodillas encogidas y su cabeza reposando sobre ellas por lo que sus rasgos no se perciben. Está cubierto con una tela en tonos rojos y su cuerpo rodeado de un delgado hilo blanco.
«La Niña del Rayo», de 7 años y también cabellos oscuros, tiene su rostro en alto y está arrodillada, cubierta con una manta marrón, mientras que «La Doncella» está sentada con las piernas cruzadas. Viste un vestido marrón claro con guardas rojizas y un cinto grueso.