Una performance artística desató un verdadero terremoto político y mediático en Madrid.
El artista chileno-argentino Nicolás Miranda se infiltró en el Museo de Cera de la capital española y modificó una exposición oficial que recreaba el Salón Oval de la Casa Blanca. El resultado: una escena explosiva donde Javier Milei aparece transformado en un perro a los pies de Donald Trump, mientras que el primer ministro israelí Benjamin Netanyahu fue representado vestido como el muñeco Chucky.
La intervención —que el propio Miranda definió como un “acto simbólico sobre el poder y la sumisión política”— generó una ola de repercusiones internacionales. En redes sociales, las imágenes del “Milei canino” se viralizaron en cuestión de horas, acumulando miles de comentarios entre la risa, la indignación y el desconcierto.
El artista, conocido por sus obras cargadas de ironía política, explicó que su acción busca “poner en evidencia la subordinación de ciertos liderazgos latinoamericanos a la influencia de potencias extranjeras”.
“El arte debe incomodar y revelar las jerarquías del poder. Milei a los pies de Trump es una metáfora visual de la geopolítica actual”, sostuvo Miranda en declaraciones a medios españoles.
Desde el Museo de Cera, las autoridades confirmaron que la instalación fue retirada horas después del incidente y que se encuentran evaluando medidas legales. Sin embargo, el efecto ya estaba logrado: la imagen del presidente argentino convertido en mascota política dio la vuelta al mundo.
El episodio reavivó el debate sobre los límites del arte y la libertad de expresión, mientras que en Argentina, sectores afines al oficialismo calificaron la acción de “provocación ideológica”, y otros la celebraron como una obra maestra de sátira contemporánea.
Con un toque de humor ácido y una buena dosis de polémica, Miranda logró lo que todo artista político busca: incomodar, hacer ruido y dejar una imagen imposible de olvidar.
